Vamos
a movernos y a hacer un poco de ejercicio. Para ello nos vamos a ayudar de los
cuentos motores.
El
cuento motor es un cuento jugado. Los alumnos participan, desde la actividad
motriz, emulando a los personajes del propio cuento.
La esencia del cuento motor
se basa en el movimiento que fomenta la exploración de las posibilidades
motrices y creativas en nuestros alumnos.
Podéis leer el cuento a los niños y ellos tienen que
imitar a los personajes del cuerpo y moverse como ellos y como indica el
relato.
HE AQUÍ EL DOMADOR
Érase una vez un niño que se llamaba…(el niño dice su nombre) y
que tenía vuestra edad, más o menos. A este niño, desde que nació, desde que
era pequeñito pequeñito y estaba en la barriga de su mamá, (nos
agachamos y nos tumbamos simulándolo ser bebés) le
gustaba jugar a ser animales. A veces hacía que era un gato (miau…miau…imita
a un gato) e iba dando zarpazos; otras veces, pensaba que era un
perro (guau…guau…imita a un perro).
También le gustaba volar como los pájaros y arrastrarse como las serpientes. (imita pájaros,
serpientes arrastrándose) ¡Y como los caracoles!, como los
caracoles también, aunque eran muy lentos. (imitamos la forma de moverse y
comunicarse de todos los animales)Pero
los animales que más le gustaban del mundo… eran los leones (grrrrr…..). Como
corrían y saltaban de un lado para otro, como se ponían a dos patas y volvían a
correr. Pero sobretodo le gustaba como gruñían (nos
convertimos en fieros leones).
Un día, este niño estaba con su mamá viendo la televisión, se
estaba quedando dormido: bostezaba, se estiraba y se acurrucaba…cuando…¡de
repente! (hacemos como si nos estuviéramos quedando
dormidos) Oyó: ¡CIRCO, CIRCO! ¡VEN AL
CIRCO Y DISFRUTA CON NUESTRO DOMADOR DE LEONES! ¡EL INCREIBLE, EL MÁS VALIENTE!
¡CIRCO, CIRCO!
El niño se levantó, gritó y saltó de alegría por toda la casa;
cogió a su madre de la mano y se la llevó tirando hasta un asiento en la
primera fila del circo, donde se sentaron a observar muy contentos (hacemos lo que nos índica el párrafo correr, saltar e imaginándonos
que llevamos a nuestra mamá de la mano).
En ese mismo instante, apareció el domador con su aro y su látigo.
Tiraba el aro hacia arriba y lo volvía a coger, a veces se agachaba, lo tiraba
y lo recogía. Así hasta 5 veces. Daba latigazos al suelo (zas, zas, zas…) ¡e incluso lo usaba para
saltar a la comba! ¡Era espectacular! (realizamos las diferentes acciones).
El domador estaba muy emocionado con su actuación; tanto, que no
se dio cuenta de que un león se había escapado de su jaula y sigiloso, muy despacio
y en silencio, con la boca abierta… se acercaba hacia él (en este caso hacemos como si fuésemos el león y nos
comportamos acechantes)
Nuestro niño lo vio y sin dudarlo ni un momento, saltó de su
asiento, se puso delante del domador y … armado de valor, miró a los ojos al
león, levantó un dedo y dijo: ¡QUIETO! (imitamos
al niño). El silencio reinaba en el circo. ¿Qué pasará? Se preguntaban
todos. El león cerró la boca y se sentó al lado de nuestro niño. Quieto,
tranquilo y con la boca cerrada. Todo el mundo aplaudió y vitoreó a nuestro
héroe. Entonces, el domador, que estaba muy asustado, se quitó su traje, lo
dejó en el suelo y se fue. Nuestro niño, lo recogió: se puso los pantalones, la
camisa, la pajarita, y la chaqueta (hacemos como que nos vestimos). Cogió
el aro y el látigo y desde entonces ha sido el mejor domador de leones del
mundo. ¡Ah! ¡Hasta se dejó bigote! Ha pasado un poco el tiempo y se ha hecho
mayor pero… ¿Lo queréis conocer?
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